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"Lo que más me molestaría de ser Zombie es que no pudiera escribir así que, por favor: no se coman mi
cerebro. Aunque si conocen una sexy zombie por ahí…"



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PAUSA

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Los hermanos miraron por la ventana. No había rastros de sus papás así que podían seguir jugando Nintendo®. Otros dos mundos más y acabarían el juego. Era increíble que hubieran sobrevivido tanto. -Hay que parar aquí. No hemos lavado la loza del desayuno y ellos están por llegar -dijo la niña. -¡Pero ya vamos a terminar! -chilló el menor. -El último que llegue arregla la sala -dijo ella mientras daba los primeros pasos.
En la cocina ella enjabonaba los pocillos y en la sala el niño cantaba y bailaba, trayendo los trastos: “No me puedes tocar, así te vas a quedar, alguien que me saque ya de este lugaaaaar”. Hizo algunos pasos de Rock and Roll y sin notarlo se pisó un cordón. Al dar el paso se cayó, con la jarra de vidrio en las manos. Tras el estruendo, la niña llegó con los guantes aún puestos y lo miró. El niño se levantó de inmediato: no se había cortado, pero la alfombra de la sala quedó bañada en jugo de mora. -¿Ahora qué hacemos? -preguntó él. -Levanta los pedazos, pero no te vayas a cortar. Con cuidado.
La niña llevó un trapero* y lo puso sobre la mancha. El motor de un carro sonó frente a la casa. El niño se precipitó para asomarse por la ventana: no eran sus papás. Un escalofrío lo recorrió mientras suspiraba. -¡No puede ser! -gritó la hermana. -¿Qué? -¡El trapero tenía cloro o algo! El niño corrió a la sala para ver cómo se destiñó una parte de la alfombra.
-Espera -dice el niño, y en un instante trajo la parte de alfombra que sobró en la instalación. -Si lo cortamos bien lo podemos poner donde está desteñido, creo. -No, eso se va a notar. No se puede. No. ¿Qué hacemos? -Sí se puede. Tú eres la mejor cortando. Hazlo. No tenemos otra solución. -No creo que funcione -dijo ella. 

Para haberlo hecho sin trazos, sin tiempo, sin experiencia y con las tijeras del colegio, no le quedó tan desigual. Pero las hilachas en los filos no engañaban a nadie. -Hay que quemarle los bordes -dijo el niño, sacando un encendedor de su bolsillo. -Nooo, eso hay que hacerlo con la plancha -respondió ella. Al cabo de unos intentos se desesperaron al ver que la plancha no quemaba lo suficiente. -Déjame intentar con el encendedor, ¿sí? -Que no, que eso es peligroso. -Voy a hacer una prueba con el pedazo dañado. Al instante, una llamarada hizo que el niño lo soltara, asustado. -¿Qué haces? -fue lo único que se le ocurrió preguntar a la niña. Su hermanito estaba paralizado. -¡Trae agua! -le gritó.
Mientras el niño llenaba una olla en la cocina, la niña agarró el trapero para sofocar el fuego a golpes sin recordar que estaba impregnado del líquido inflamable. Repartió el incendio por toda la sala. Cuando el niño iba a entrar con el agua, la niña lo estrelló en su huida. La olla se le volteó encima. Hubiera sido graciosísimo en otra situación. La hermana lo sujetó de la mano y corrieron hacia el cuarto del televisor. El juego aún estaba pausado, y los hermanos miraron por la ventana.


*fregona, mopa o lampazo, según donde se lea.

ASPIRACIONES

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La aspiradora se enredó con una maleta negra. Diecinueve años de limpiar para el señor García, el famoso cineasta, y nunca se le habría ocurrido escudriñar. Pero para Roberto, la forma del paquete delataba el contenido: miles de dólares dispuestos a cambiarle la vida. No lo dudó ni un instante.

El avión viajaba hacia el país más lejano para el que Roberto encontró asiento, mientras el señor García, al volver a su casa, no pudo comprender la razón para la desaparición de sus billetes de utilería.

LOS GIRASOLES


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No conozco muy bien los detalles, pero fue más o menos así: los militares se encontraban divididos porque el gobierno estaba apretando demasiado, y a una buena parte le parecía que eso no podía continuar, entre ellos el Coronel Rocha, quién se decidió a encabezar el golpe de estado.

El problema era que tenían que dar de baja al jefe de Estado, o conseguir su renuncia. Aprovechando un desfile militar que los reunió en la capital, coordinaron un ataque para tomarse el centro de mando. Al iniciar las maniobras de ataque, el presidente se puso a resguardo. Para evitar el enfrentamiento directo y disminuir el derramamiento de sangre, habían infiltrado un comando en la guardia presidencial. Rodeado de doce detractores bien entrenados, fue sencillo que el mandatario recapacitara y decidiera rendirse.

Sonaron las trompetas triunfales. El batallón completo marchó hasta ubicarse en alineación milimétrica en el patio central de la casa presidencial. La banda de guerra terminó su interpretación para que el Coronel Rocha en persona se dirigiera a la tropa:

-Capitán: honre a estos hombres. El comando Vanguardia ha cumplido su deber a cabalidad: sometieron al tirano que enriquecía sus arcas con los dineros del pueblo. Valientes héroes comprometidos, han arriesgado sus vidas en pro del país, sirviendo fielmente a sus propósitos. Por ello, en reconocimiento a su valor, el ejército nacional les concede el honor de recibir la cruz plateada-.

La banda volvió a la interpretación, esta vez de forma más sutil, con un himno solemne mientras los hombres del escuadrón pasaban uno por uno. Sonriendo, el Coronel Rocha los recibía estrechando su mano, mientras el Capitán les colgaba la condecoración.

Un soldado se acercó al Coronel y le dijo unas palabras al oído. Luego habló con el Capitán, mientras el Coronel se alejaba como contrariado. El General Martínez, máximo comandante de las fuerzas, con tres soles en su solapa, llegó hasta la tarima y tomó la palabra. Se hizo absoluto silencio:

-Capitán: arreste a estos hombres. Sus actos de insubordinación tienen que ser castigados de forma ejemplar: atacaron al presidente que defendía los intereses del pueblo. Traidores vendepatria, pusieron en riesgo a la democracia misma, solo en pro de sus propósitos. Por tanto, el ejército nacional les llevará ante la junta militar, en donde me encargaré que no vuelvan a ver la luz del sol-.

No recuerdo los demás hechos, pero sí recuerdo que la banda volvió a tocar, y la democracia fue restaurada.

MUROS QUE NO CAEN



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Es indignante que puedan seguir tan tranquilos por su camino, como Pedro por su casa, como si no hubiesen hecho nada de qué avergonzarse. Se fueron de aquí con los enormes bolsos de campaña, con sus pedantes acentos extranjeros y sus ínfulas de macho alfa. Preguntaron uno por uno todos los sombreros, a sabiendas de que sólo tenemos un modelo, un color y una talla, que los exponemos ordenados para que todo lo que se vea en el horizonte sea su uniformidad. Y al final no compraron nada! Qué iban a comprar, si lo que querían era averiguar cómo vivíamos. Querían saber qué pensábamos de la apertura de las fronteras, de la estrepitosa huida de nuestro líder, del amor que le profesamos tanto tiempo y ahora, ahora tenemos que esconderlo de estos invasores.

En los laberintos de mi memoria se grabaron sus palabras soeces de independencia, contra la opresión, libertad y no más dictadura. Siempre prometiendo el pasaporte a la tierra prometida, a sus hermosas vidas de viajes, objetos brillantes y ruidosos. Yo les agradezco que paren de defenderme, que no me envuelvan en sus asuntos políticos. Pero ellos tenían que esparcir su democracia.

¿Quién nos abanicará en el calor?

¿Quién va a cuidar de nosotros en la enfermedad?

¿Quién tomará las decisiones que no sabemos tomar?

¿Quién usará nuestros sombreros?

CIENTÍFICA-MENTE

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Como sabía que la evaluaría desde lejos para decidir si abordarla, Fabiola prefería poner la cita donde decenas de personas esperaban en el anonimato. Ya habían pasado más de 15 minutos y aún nadie le hablaba. De momento no quedaba más que un hombre que miraba hacia la calle, bajo de estatura, pelo perfectamente alineado y con un anillo que tenía una esmeralda rectangular.

–¿SirGiovannoti93?– preguntó.
–Eh… sí… ¿Usted es GaviFresa? –mirándola con extrañeza y disgusto–. Esperaba que se pareciera más a su foto.
–Tampoco pareces un caballero –dijo ella intentando ser graciosa–. Siento no poner la foto actual... estoy como... rellenita.
–Claro, la foto real era muy pesada–le respondió-. Creí que estaba usando Tinder, no Faaatder.
–¿Pero quién se cree?– le dijo acercándose para golpearlo.
El hombrecito se alejó unos pasos y se quedó mirándola.
–¡Ay, tan brava! No se preocupe, que a usted no se la comen ni por etapas– le gritó mientras se retiraba.

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Los datos confirmaban que la investigación en la que trabajaban, había finalizado. Reunidos como si se tratara de recibir las notas de un trabajo, Fabiola y sus compañeros escuchaban los resultados de la medición más reciente. Lo sabían desde mucho antes, pero por protocolo se abrazaron: estaban haciendo historia. Sin embargo, todo el avance conseguido se quedaría en nada hasta que se probara en humanos. Para hacerlo legalmente faltaban años. La única solución era encontrar un caso de uso prolongado. A pesar de la alegría profesional, Fabiola parecía desanimada: estaba en un laberinto sin salida. Por fortuna tenía una forma práctica de disminuir su estrés: en el cajón del escritorio aún quedaban 3 rebanadas del ponqué de la semana. Pero justo al momento de llevarse la porción a la boca, la horrible imagen de la gente burlándose de su peso se encarnó en el miserable, cuya sonrisa antes le había parecido encantadora. Estaría mofándose de alguien más.

De forma inesperada, la suerte empezó a sonreírle a Fabiola: con su equipo tramitó la patente de su descubrimiento y en menos de un año lo convirtieron en una práctica pastilla de fácil consumo. Haber encontrado registros anónimos de la experimentación en humanos fue la clave. Alguien los había ayudado enormemente.

–Gracias. Gracias. Gracias –trataba de decir Fabiola mientras no cesaban los aplausos. Popularmente la gente llama a nuestro producto la "cura a la gordura" -la multitud aplaudió fuertemente-. No me canso de explicar que lo que logramos fue sintetizar la lipasa sensitiva, para controlar de forma efectiva, rápida y perdurable la acumulación de grasa y previene ese tipo de obesidad, SIN IMPORTAR la cantidad de comida que se ingiera -los aplausos se repetían con fervor-. Gracias… por favor. La buena noticia es doble: no sólo el producto está saliendo al mercado sino que, en agradecimiento a la gentil colaboración del pueblo italiano, he negociado a expensas de mis ganancias, para que se comercialice en este país solo al 25% de su precio a nivel mundial -el público estalló en júbilo, impidiendo que se escucharan las últimas palabras de Fabiola. Ella se alejó de la tarima con un caminar sensual, que resaltó la asombrosa delgadez de su figura.

..

Igual que todas las semanas, Fabiola se dirigió a la casa que tenía rentada -con las ganancias muy pronto sería suya-. Llevaba una bolsa rebosada de latas de comida para gatos. Una por una las destapó y las depositó en un contenedor automático. El fuerte olor la hizo retroceder un paso, pero pronto volvió a la labor. Al terminar fue hasta el sótano donde desembocaba el contenedor. Una pequeña figura humana, casi esquelética, se encontraba encadenada a una cama. La cadena de su mano derecha le permitía alcanzar el botón que activaba el contenedor. En su dedo anular brillaba un anillo con una esmeralda rectangular. Fabiola lo saludó como de costumbre, movió la cama unos metros y se dispuso a limpiarlo con dedicación. La figura no se resistió, sino que mantuvo la mirada en el horizonte. Fabiola no creía que él seguiría viviendo por mucho tiempo, pero se esforzaba en no sentirse responsable. Nunca había querido hacerle daño pero, en la investigación como en la vida, echando a perder se aprende. Quién iba a creer que en una cita a ciegas ella encontraría la solución a sus problemas.